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Las emociones de la paternidad primeriza son confusas, exigentes y exponen al padre a problemas psicológicos que deben ser atendidos oportunamente.

La segunda noche que el bebé pasó en la casa, luego de su nacimiento, Javier hubo querido “salir a comprar cigarros” y no volver jamás. Al mismo tiempo, se sentía culpable, temeroso y con la nostalgia de aquellos días cuando la atención de su esposa era sólo para él, ahora apenas si se miraban.  

El trabajo de la paternidad -que es de por vida- lo tenía agobiado en sus primeros meses y le constaba afrontar todas esas emociones contradictorias que le venían en tropel. Además, se avergonzaba por su sentir, lo que le impedía compartir sus emociones con alguien. Consideraba que las expectativas sociales le exigirían que sólo se sintiera contento por el nacimiento de su hija, sin dudas ni temores. 

Y es que, además, el bebé había resultado ser niña, lo que le preocupaba más. Miles de dudas le asaltaban con mayor frecuencia. Creía que de ser padre de un niño la crianza le sería más fácil, pero cómo podría educar a una niña… ¿Cómo voy a ser un buen padre? —se preguntaba. 

Enfrentar las emociones de la paternidad 

Javier no es el único hombre en haber pasado por todo este matiz de emociones. Tanto hombres como mujeres afrontan una vertiginosa transformación de sus vidas y emociones en cuanto llega cada uno de sus hijos. Pero es socialmente más aceptable que sean las mujeres las que pasen por ello, debido a “las hormonas”. Este desbordamiento emocional no se espera del padre, aunque sea natural. 

Al contrario que la preocupación y la angustia, demostrar alegría por el nacimiento del bebé no está mal visto, pero otras emociones regularmente consideradas negativas, no suelen ser bien recibidas. 

Muchos de los padres primerizos no pueden soportar esta presión y deciden abandonar el hogar, pues los cambios suelen ser duros y se acentúan con el cansancio físico y mental de los primeros días de la llegada del hijo.  

La paternidad transforma radicalmente la vida tanto del hombre como de la mujer. Un nuevo rol social se impone al cargarse de responsabilidades y obligaciones. Asimismo, la vida de alguien más se vuelve dependiente por completo. 

En el caso de la madre, ella cuenta al menos con nueve meses de experiencia, aunque sea de forma implícita. En cambio, el padre suele ser un espectador y acompañante, no siempre protagonista. 

Un día, luego de la incertidumbre de la espera, se encuentra frente a su hijo con el que ha adquirido de forma natural una serie de compromisos y junto con ello se vienen una serie de presiones psicológicas significativas.  

Pérdida de la libertad 

Quizá la primera alarma en el cambio de vida de la paternidad es la sensación de pérdida de libertad. Lo que suele asustar mucho. Ya no se podrá correr riesgos en deportes extremos porque si algo le sucede quién cuidaría de su hijo, no podrá abandonar el trabajo si se aburre porque debe mantenerlo… A veces, tener un hijo se percibe como una limitante y causa reacciones adversas inconscientes.  

Además, también hay un compromiso con la pareja, quien ahora requiere de su colaboración y mayor apoyo.  

Por supuesto, cada hombre enfrentará la paternidad de forma diferente. Pero los cambios drásticos que se deben afrontar, para algunos, pueden generar problemas psicológicos severos. Entre ellos estrés crónico y ansiedad, depresión. 

Depresión posparto 

Algunos podrán enfrentar depresión posparto. Sí, como lo oyes, los hombres también pueden experimentar depresión posparto. Quizá no se manifieste con evidente tristeza y llanto, por el contrario, el hombre podrá sentirse irritable o enojado, puede haber impulsividad y sentimiento de incapacidad para sentirse complacido.  

Lo padres deprimidos tienen mayor probabilidad de abusar de sustancias, cometer violencia doméstica y de no apoyar a sus parejas con la lactancia materna y demás tareas.   

Relación padre e hijos 

La relación padre e hijo es, al menos en el inicio, de total dependencia. El hijo está sometido al padre y se encuentra vulnerable a su trato. Con el tiempo, los hijos se van separando del padre, para lograr su propia identidad, lo que puede ser tan difícil como la absoluta dependencia.  

En el caso de las niñas, los padres deben ayudar a resolver el llamado Complejo de Electra, esa especie de enamoramiento que se da entre los tres y cinco años. De esta relación, por ejemplo, dependerá en gran medida los futuros vínculos que establezca la mujer con los hombres. 

Igualmente, será modelo de masculinidad para los hijos varones, lo que no es una tarea sencilla ya que el mismo hombre se ha criado, a su vez, con modelos aprendidos por sus antecesores, no siempre satisfactorios para la vida actual de la persona.

Asimismo, encontrar el equilibrio en establecer vínculos amorosos y límites puede ser confuso y complicado para el padre, lo que le hará sentirse más en tensión.  

Paternidad y pareja 

El hombre sentirá un desplazamiento en la atención y cuidados, así como afectos de la pareja hacia el recién llegado. La atención que antes se dedicaba mutuamente la pareja ahora se dedica al niño. Las diversiones, viajes, relaciones, etc. se hacen mucho más difíciles de mantener.   

Los efectos dependerán de cómo se haya construido el vínculo en la relación de pareja. Las habilidades de inteligencia emocional, la negociación y la asertividad serán la clave para la comunicación en este momento. Para mantener las bases de pareja exitosamente. 

Igualmente, es conveniente que la pareja cuente con una red de apoyo emocional, constituida por la familia y los amigos. El padre deberá tener con quien desahogar lo que siente y que le dé contención especial en el momento de mayor presión. 

Por supuesto, es recomendable que, de verse superado por la situación o de notar síntomas aún más acentuados y que le imposibiliten llevar una vida común, el padre (igual que en el caso de la madre) acudan con un profesional de la salud emocional.  

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