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Hoy, con mayor frecuencia nos topamos con múltiples mensajes que nos advierten de “vivir la vida”, de “fluir con la vida”, de “soltar”, de no amargarnos la vida. Ciertamente la amargura puede ser una consecuencia de una vida vista con pesimismo, envidia y recelo.  

Ser amargado nos cataloga e incluso puede ser motivo de insulto: “¡Eres una amargada!”. No obstante, nadie llega a la vida siéndolo; una persona amargada ha atravesado por vicisitudes que la han llevado a ver su existencia con pesimismo. Y aunque es una afectación emocional que influyendo en nuestro ánimo poco a poco, no es irremediable.  

La amargura, efectivamente, es una condición que afecta en nuestro bienestar emocional. Es una forma de depresión desde la cual una persona mira negativamente el mundo exterior, pensando que ha sido injustamente tratado por los otros o por la misma vida.  

De acuerdo al diccionario, amargura podría ser sinónimo de aflicción, sinsabor, disgusto, pesadumbre, melancolía. Incluso puede ser considerado pariente cercano del resentimiento. Lo que sí es preciso es que nadie puede ser feliz si está lleno de amargura.  

¿Cómo identificar a una persona amargada? 

Los síntomas de la amargura se pueden ver en la persona que:  

  • Siempre está criticándolo todo.  
  • Constantemente se queda. 
  • Se siente enojado.  
  • Es volátil: sus emociones cambian constantemente. 
  • Son ofensivos. 
  • Cuentan con una autoestima baja.  
  • Gustan de hacer sentir mal a los demás.  
  • Ven la vida con negativismo.  
  • Son de carácter duro y severo. 
  • Guardan rencor frente a los demás.  
  • También suelen sentir odio hacia ciertas cosas o personas.  

¿Cómo se convierte alguien en una persona amargada?  

La amargura llega en un proceso paulatino; a veces desde la infancia se empieza a construir un carácter amargo. Basta que el niño experimente una mezcla de sentimientos entre la ira y la frustración producto de una situación que percibe como injusta.  

Sin el apoyo del adulto que le guíe a gestionar sus emociones, sintiéndose vulnerable e incapaz de salir avante de la situación, el niño ya está experimentando lo que puede llevarlo a la amargura en un futuro, quizás, no tan lejano.  

Sí, la amargura nace cuando se perciben e interpretan hechos como una injusticia. Quien se cree tratado de manera injustica tiende a replegarse, a buscar protección de futuras heridas a través de una coraza. Pero en el interior de ese caparazón se vive la tristeza, el enojo, la frustración y el miedo.  

La decepción que la supuesta injusticia nos provoca nos duele y, en el mejor de los casos, debería darnos una lección para salir adelante; pero a las personas que se amargan lo ven como una pesada carga que se reitera: todo el mundo es injusto con ellas. La existencia comienza a ser vista con mal ánimo, de forma negativa y con cierto rencor.  

Además, como dice el dicho: “la mejor defensa es el ataque”. Quienes se sienten ofendidos y con la necesidad de defenderse de algo que ni siquiera ha sucedido, se verán necesitados de atacar a los demás antes de que los otros les ataquen. Es por ello que las personas amargadas suelen parecer agresivos y groseros, porque además de verlo todo mal se ven necesitados de defensa constante.  

Esto último es una causa por la que las personas amargadas pueden también ser personas tóxicas. Pero las personas amargadas no desean molestar a los demás, sólo buscan protegerse de diversas situaciones que, de origen, no han sabido gestionar y temen que se repitan.  

Finalmente, las personas amargadas están pasando por un tipo de depresión; experimentan un sinsentido y apatía frente a un mundo que les ha herido constantemente. El amargado, la amargada, vive bajo un manto de decepción constante.  

¿Cómo dejar de vivir una persona amargada? 

Tomemos en consideración que no se es amargado del día a la noche; han pasado quizá años para que esto suceda por lo que la condición de amargura no desaparecerá a la brevedad. Pero sí se puede cambiar y dejar de ver la vida con amargura. Se requiere paciencia y, en algunos casos, ayuda profesional.  

La amargura es una condición que nos cambia, es pasiva, corrosiva y se alimenta de los pensamientos del individuo. Ésta procede del modo de pensar e interpretar los acontecimientos y el trato de otras personas. De tal forma, hay que romper los ciclos de pensamientos.  

Cuando la amargura daña la vida cotidiana y las relaciones con los demás, y es un círculo vicioso del que difícilmente se puede salir, es momento de acudir con un profesional de la salud emocional y dejar que éste nos guíe para salir de la situación.  

JORGE DOMÍNGUEZ | PSICOTERAPIA 

De Frente a la Vida |CONTIGO

 

Curso impartido por Jorge Domínguez.

 

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